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Cuando yo era pequeño, iba de vacaciones a mitad de año a Bogotá donde vivián mis abuelos y una gran parte de mi familia; fueron 13 hermanos que nacieron en un pueblo campesino de Boyacá con una fuerte influencia religiosa; construyeron su vida alrededor de los valores básicos de la familia colombiana, el trabajo duro, la honestidad, la solidaridad y la absoluta certeza de que existe una fuerza superior llena de amor (llámese familia y/o Dios) a la que se le debe respeto y obediencia.
Mis tías casi todas fueron profesoras y mis tíos comerciantes, a algunos les ha ido mejor que a otros pero, ninguno de ellos ha sido empleado mucho tiempo porque, entre otras cosas, saben que cuentan con el apoyo de su familia para sacar adelante cualquier proyecto que se les ocurra y nunca estarán (estaremos) realmente solos.
Cuando veo el escenario actual y analizo cómo las personas allegadas a mi ofrecen a través de redes sociales postres, cuadros, y otras cosas que nunca habían hecho y tienen la seguridad que al promocionarlo por estos canales donde están sus personas conocidas, reales o digitales, serán apoyados, creo que pasa porque tenemos una percepción generalizada de solidaridad, de unidad y apoyo con la gente que vamos tejiendo relaciones, así sea con un meme, un saludo con la mano en la esquina, una sonrisa al verles en el barrio.
Esta forma de entender la vida esta inventada desde hace muchísimos años, desde cuando nuestros antepasados le llevaban a sus vecinos un poco de lo que habían preparado para la comida o cuando alguna cosecha era abundante compartían parte de ella y a su vez se veían retribuídos cuando se daban circunstancias similares; nadie los obligaba a compartir y a apoyarse, lo aprendieron de la naturaleza, porque esta recicla, reusa, reaprovecha los recursos y los pone al servicio de toda su comunidad.
Piensa en un árbol que al morir alimenta a otros árboles; un frutal que alimenta pájaros y de esa manera todos aportan a la supervivencia de todos.
Los seres humanos somos por naturaleza colaborativos y solidarios pero, solamente cuando una gran crisis llega, nos damos la oportunidad de quitarnos las capas de miedo y egoísmo para abrir nuestra cocina o nuestra sala a los demás y por supuesto nuestros saberes pero también nuestros temores.
Eso es lo que estamos viviendo hoy, un momento en el cual los ciclos del universo nos permiten retornar a lo básico y reconocer en nuestro vecino alguien a quién podemos servir, que puede estar pasando alguna necesidad, pero también alguien que nos puede ayudar si llegamos a necesitar apoyo de alguna manera. Es por esa razón que crear alianzas o colaboraciones, es la manera más natural de reconstruir el tejido económico de una sociedad; nunca estuvimos tan unidos y tan conscientes de nuestras debilidades y fortalezas como en este momento en que, por el aislamiento físico hemos tenido la necesidad de mirar hacia adentro y encontrar fortalezas que nunca pensamos que nos permitirían tener una fuente de ingreso adicional; hemos descubierto que no somos el cartón que nos entrega la universidad ,ni el cargo que teníamos en la empresa.
Somos un ecosistema que necesita que nos apoyamos unos a otros y que hagamos alianzas, para que mi debilidad se vuelva tu fortaleza y tu fortaleza nos permita a los dos aprovechar una oportunidad que está en la calle. Es el momento de abrir la puerta y entender que estamos todos y todas en un momento de renacimiento que nos obliga a valorar lo que sabemos y nuestra fortaleza para seguir caminando a pesar de la incertidumbre. Unidos somos más fuertes, unidos somos un solo organismo; si el más débil de nuestra cadena es fuerte todos seremos fuertes al tiempo.
¡La unión hace la fuerza! Así como Carlos y Marta se unieron para fortalecer sus negocios, tú también puedes crear alianzas con otr@s microempresari@s para seguir avanzando. ▶️ Dale play a este video y conoce cómo.
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